Zona de confort es un estado mental en el que se permanece pasivo ante los sucesos que se experimentan a lo largo de la vida, desarrollando una rutina sin sobresaltos ni riesgos, pero también sin incentivos.
Procrastinar es la acción de postergar lo que uno debe hacer para dedicarse a otras actividades más triviales o apetecibles.
La zona de confort y la procastinación son dos hábitos que nos frenan, nos impiden avanzar mucho más de lo que creemos y se cuelan en el día a día de todos nosotros a nivel micro, en cosas no importantes. Se puede vivir con ellos toda la vida, de hecho muchas veces se instalan en nuestras vidas y nos llevan a tener una vida en blanco y negro, chata y aburrida.
Lo peligroso de estas dos primas es su carácter micro, es decir, son hábitos que adquirimos de forma paulatina y los vamos dejando estar, nos acomodamos creamos nuestra zona de confort y nos convencemos de que es «nuestra vida» la que nosotros hemos creado y en la que estamos cómodos, aunque no lo estemos. La zona de confort no implica que estemos confortables, implica que pisamos terreno conocido, es lo que conocemos y como tenemos una tendencia natural a quedarnos en status quo, por naturaleza somos seres que tenemos resistencia al cambio. Por eso lo dejamos estar y así pasan los días, semanas, meses, años…
Y su prima la procastinación es el complemento perfecto para lograr este estado de modorra existencial en el que nos metemos casi sin darnos cuenta. Vamos posponiendo acciones que sabemos que tenemos que hacer y en su lugar hacemos cosas que son menos importantes pero que resultan son más fáciles y agradables de hacer.
Cuando nos instalamos en esta especie de ensoñación de zona de confort y procastinación asumimos que la vida y nuestro día a día es lo que es. El problema se presenta cuando un acontecimiento externo como un despido, una pandemia o un cambio muy brusco en cualquier área de tu vida te obligan a tener que cambiar y cuesta un mundo hacerlo ya que nos encontramos inmersos en una falsa seguridad en la que vivíamos autoengañados, instalados en esa zona de confort y procastinando.
La micro valentía y la curiosidad
La micro valentía es reunir el coraje de hacer pequeñas cosas todos los días que te empujan fuera de tu zona de confort. Puede ser tan simple como ser el primero en hablar durante una reunión, probar una nueva comida, inscribirse en una clase en línea o tener una conversación vulnerable con un amigo. Con el tiempo, estos pequeños actos de valentía nos ayudan a dar saltos que nos ayudan a avanzar, a tomar un pequeño impulso cada vez que los hacemos. Aprendemos que el miedo nunca es tan malo o tan grande como podemos imaginarlo. La mayoría de las veces, la alegría inesperada se encuentra del otro lado de un pequeño acto, sea el que sea.
Cuando nos planteamos grandes objetivos y pretendemos hacer cambios de golpe es cuando fracasamos miserablemente (este mes voy a perder 5 kilos, voy a leer un libro a la semana, voy a meditar una hora al día, etc…) y es cuando nos convencemos de que no podemos cambiar «es que yo soy así», «mi caso es especial» y de alguna u otra manera nos las arreglamos para volver a nuestra zona de confort donde la procastinación es la reina.
La curiosidad consiste en cuestionarte a ti mismo, a los demás o al mundo que te rodea. Si no lo haces nunca verás las posibilidades, los caminos u opiniones que se encuentran más allá de lo que tienes disponible a mano, en tu entorno inmediato. La curiosidad requiere que estemos plenamente presentes, que escuchemos más de lo que hablamos, que hagamos más preguntas, que seamos observadores de nuevas ideas, que aceptemos lo desconocido y que tengamos la mente abierta a nuevas ideas. Más importante aún, la curiosidad desafía nuestras creencias arraigadas y esto asusta, y aquí nuevamente hay que tener el valor heroico (concepto tomado del bushido-codigo samurái) y el coraje de afrontar estas pequeñas batallas mentales y tener la valentía de explorar lo desconocido.
Micro valentía y curiosidad son los antídotos perfectos para combatir la zona de confort y la procastinación, ya que los combaten en su terreno: en lo cotidiano , en lo micro, en el día a día. Por eso a veces se hace tan difícil salir de esa zona de confort, porque nos planteamos grandes retos que nunca empezamos a hacer porque procastinamos, nos ponemos excusas y siempre encontramos una razón para no hacerlo.
Procrastinar es la acción de postergar lo que uno debe hacer para dedicarse a otras actividades más triviales o apetecibles.
La zona de confort y la procastinación son dos hábitos que nos frenan, nos impiden avanzar mucho más de lo que creemos y se cuelan en el día a día de todos nosotros a nivel micro, en cosas no importantes. Se puede vivir con ellos toda la vida, de hecho muchas veces se instalan en nuestras vidas y nos llevan a tener una vida en blanco y negro, chata y aburrida.
Lo peligroso de estas dos primas es su carácter micro, es decir, son hábitos que adquirimos de forma paulatina y los vamos dejando estar, nos acomodamos creamos nuestra zona de confort y nos convencemos de que es «nuestra vida» la que nosotros hemos creado y en la que estamos cómodos, aunque no lo estemos. La zona de confort no implica que estemos confortables, implica que pisamos terreno conocido, es lo que conocemos y como tenemos una tendencia natural a quedarnos en status quo, por naturaleza somos seres que tenemos resistencia al cambio. Por eso lo dejamos estar y así pasan los días, semanas, meses, años…
Y su prima la procastinación es el complemento perfecto para lograr este estado de modorra existencial en el que nos metemos casi sin darnos cuenta. Vamos posponiendo acciones que sabemos que tenemos que hacer y en su lugar hacemos cosas que son menos importantes pero que resultan son más fáciles y agradables de hacer.
Cuando nos instalamos en esta especie de ensoñación de zona de confort y procastinación asumimos que la vida y nuestro día a día es lo que es. El problema se presenta cuando un acontecimiento externo como un despido, una pandemia o un cambio muy brusco en cualquier área de tu vida te obligan a tener que cambiar y cuesta un mundo hacerlo ya que nos encontramos inmersos en una falsa seguridad en la que vivíamos autoengañados, instalados en esa zona de confort y procastinando.
La micro valentía y la curiosidad
La micro valentía es reunir el coraje de hacer pequeñas cosas todos los días que te empujan fuera de tu zona de confort. Puede ser tan simple como ser el primero en hablar durante una reunión, probar una nueva comida, inscribirse en una clase en línea o tener una conversación vulnerable con un amigo. Con el tiempo, estos pequeños actos de valentía nos ayudan a dar saltos que nos ayudan a avanzar, a tomar un pequeño impulso cada vez que los hacemos. Aprendemos que el miedo nunca es tan malo o tan grande como podemos imaginarlo. La mayoría de las veces, la alegría inesperada se encuentra del otro lado de un pequeño acto, sea el que sea.
Cuando nos planteamos grandes objetivos y pretendemos hacer cambios de golpe es cuando fracasamos miserablemente (este mes voy a perder 5 kilos, voy a leer un libro a la semana, voy a meditar una hora al día, etc…) y es cuando nos convencemos de que no podemos cambiar «es que yo soy así», «mi caso es especial» y de alguna u otra manera nos las arreglamos para volver a nuestra zona de confort donde la procastinación es la reina.
La curiosidad consiste en cuestionarte a ti mismo, a los demás o al mundo que te rodea. Si no lo haces nunca verás las posibilidades, los caminos u opiniones que se encuentran más allá de lo que tienes disponible a mano, en tu entorno inmediato. La curiosidad requiere que estemos plenamente presentes, que escuchemos más de lo que hablamos, que hagamos más preguntas, que seamos observadores de nuevas ideas, que aceptemos lo desconocido y que tengamos la mente abierta a nuevas ideas. Más importante aún, la curiosidad desafía nuestras creencias arraigadas y esto asusta, y aquí nuevamente hay que tener el valor heroico (concepto tomado del bushido-codigo samurái) y el coraje de afrontar estas pequeñas batallas mentales y tener la valentía de explorar lo desconocido.
Micro valentía y curiosidad son los antídotos perfectos para combatir la zona de confort y la procastinación, ya que los combaten en su terreno: en lo cotidiano , en lo micro, en el día a día. Por eso a veces se hace tan difícil salir de esa zona de confort, porque nos planteamos grandes retos que nunca empezamos a hacer porque procastinamos, nos ponemos excusas y siempre encontramos una razón para no hacerlo.